martes, 6 de mayo de 2014

París en 3 días: día 2, sacando humo al museum pass

Amanece en París y nuestro objetivo es claro, sacarle humo al museum pass, es cierto que lo ideal sería poder disfrutar tranquilamente de todos los atractivos de París, pero el tiempo apremia y estamos ávidos por desgastar suela.

Como hemos elegido el hotel sin desayuno, preparamos la mochila y decidimos comenzar la ruta y ya buscar cualquier “boulangerie” en la que saciar nuestros instintos más dulzones.

Dada la situación del hotel, decidimos comenzar a recorrer París comenzando por el museo Rodin, ya que según nuestra guía abre antes que el resto de museos, cuando no fue así. Posiblemente fue nuestro único contratiempo durante el fin de semana, por esto es importante confirmar en tu hotel o en la web de las atracciones a visitar sus horarios actualizados. Con el chasco de encontrar el museo cerrado ahogamos las penas comprando unos croissants y y unos “relámpagos” rellenos y nos dirigimos al metro para ir hasta el Panteón, nuestra idea es comenzar en el barrio latino, ir hacia la Ille de la Cité y terminar el día en Montmartre.

Lo ideal para visitar el panteón es bajar en Cardinal Lemoine. El Panteón se encuentra junto a la universidad de la Sorbona y es sin duda una de las mejores visitas de París (entrada incluida en la museum pass).

Panteón
A pesar de que parte de la fachada se encontraba de obras cuando la visitamos,la vista del panteón es algo espectacular. El edificio es imponente tanto desde fuera como desde dentro, de carácter neoclásico, sus enormes columnas te hacen sentir realmente diminuto, y su interior no impresiona menos. Una vez dentro del edificio podemos observar una réplica del péndulo de Foucault, instalado aquí debido a la gran altura del edificio. Aunque sin duda
lo que termina de hacer la visita perfecta es bajar a la cripta, en ella encontramos que reposan los restos de algunas de las personalidades más ilustres de Francia, Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Marie Curie, Alejandro Dumas, Monnet, Zola...

Desde el Panteón lo ideal es dirigirse a pie hasta Notre Dame, por el camino nos cruzamos con algún mercado callejero, en los que siempre merece la pena pararse cuando no dejarse unos cuantos euros. Justo antes de cruzar el Sena, tenemos posiblemente una de las mejores fotografías de Notre Dame, ya que la observamos a una distancia perfecta.

Llegados a Notre Dame la cola para visitarla suele ser enorme. Hay que decir que la entrada a la catedral es gratuita y que a pesar de la gran cantidad de gente que se acerca a ella la cola avanza rápidamente. Como bien conoce todo el mundo, lo que más impacta de Notre Dame son todos los pequeños detalles, y es por esto que merece la pena verla también por dentro. Realizada la visita al interior decidimos subir a las torres, hay quien prefiere bajar a la cripta o bien hacer las dos cosas, dependiendo del tiempo que dispongas eliges.

Para subir a las torres de Notre Dame (entrada gratuita con museum pass) la cola no suele ser muy grande, pero tiene un gran problema, van pasando grupos de poca gente y si no se va a primerísima hora lo normal es estar más de una hora esperando. A pesar de la espera, acompañada de un chocolate caliente y de un vine chaud (vino caliente con especias, que a mí personalmente no me terminó de gustar), pasado el mediodía nos llega el turno y se procede a subir los 402 escalones que llevan a lo alto de las torres. Lo cierto es que, más que las vistas, que son geniales, lo que realmente encanta es la compañía de las fantásticas gárgolas, esa sensación de estar viviendo en primera persona el jorobado de Notre Dame.

Realizada la visita, decidimos que lo mejor es buscar sitio para comer y luego hacer el resto del día de seguido. Quien quiera comer lo mejor es que vaya por donde ha venido y busque cualquier restaurante en el barrio latino. Nosotros encontramos un restaurante de comida norteafricana, La Bievre, que a pesar de tener un aspecto un poco descuidado nos ofreció un cous cous para chuparse los dedos acompañado de verduras, carnes... si acudes a este restaurante ten en cuenta que las raciones son generosas, nosotros tomamos una mayonesa de atún como entrante y después un cous cous du president y un revuelto de verduras con un gran pedazo de pierna de cordero y salimos hasta reventar, la cuenta 42 euros, aunque por 30 habríamos salido llenos.

Vidrieras espectaculares
Tras la comida vuelta de nuevo a la Ille de la Cité, pasada Notre Dame nos encontramos con la Saint Chapelle, cuya visita es sin duda una de las imprescindibles (incluido en museum pass). El edificio en sí es una obra maestra del gótico, en su interior podemos disfrutar de dos capillas. La primera, la baja, dedicada a la Virgen, en la que podremos disfrutar de sus bellas columnas y arcos, así como de la decoración en colores azules y oro. La capilla superior, en la que se encuentra el verdadero tesoro de la Saint Chapelle, sus impresionantes vidrieras. En ellas se representan distintos episodios bíblicos y su tamaño es realmente abrumador, sus colores, la espectacularidad del rosetón... te dejan sin aliento. Hay que señalar que en el momento de la visita parte de las vidrieras estaban siendo restauradas por lo que no se puede apreciar la obra en toda su plenitud. A pesar de ello, una visita totalmente recomendable.

A sólo unos pasos de la Saint Chapelle se encuentra la Conciergerie. La visita a la Conciergerie es una de las habituales cuando uno se encuentra en la Ile de la Cité, pero, si no se dispone del museum pass, no merece la pena pagar el precio de la entrada. El "Palais de la Cité" fue utilizado durante la revolución como cárcel y es conocido por haber sido lugar de reclusión de María Antonieta, de cuya celda existe una reproducción en la actualidad, así como de guillotinas, celdas, etc. En mi opinión si se dispone de algún tipo de pase y estás en la Ille de la Cité puede merecer la pena visitar el interior, las celdas, etc. pero si se tiene que pagar la entrada, es más que suficiente con verla desde fuera.

Musee D´Orsay
Una vez terminada de ver la Ille de la Cité volvemos a la orilla izquierda del Sena (en dirección torre Eiffel) y en unos minutos llegamos al Musee D´Orsay (incluido en M.P.) El Musee d´orsay es sin duda alguna uno de los mejores museos de París. Este museo, situado en una antigua estación de ferrocarriles dispone de la mayor colección de obras impresionistas del mundo, Monet, Renoir, Van Gogh... todo distribuido con maestría en unas instalaciones que no hacen sino mejorar las colecciones que en ellas se albergan. Sin duda una visita imprescindible para los amantes del impresionismo en particular, y del arte en general. Nosotros no le dedicamos prácticamente ni una hora a la visita, pero quien lo desee puede hacer una visita mucho más pausada.

Madeleine
Una vez realizada la visita tomamos la pasarela que nos lleva al otro lado del Sena, lo ideal habría sido disfrutar de un relajado paseo a través del jardín de las Tullerías, pero un inesperado chaparrón nos hace cruzarlo a toda velocidad para buscar refugio. Una vez remite la lluvia (10 minutitos) optamos por ir andando hasta la Madeleine, a poco más de 5 minutos a pie desde la Concorde. La visita a la Madeleine es gratuita, por lo que merece la pena dedicarle unos minutos, de origen neoclásico, aunque no tan espectacular como el Panteón, sigue siendo uno de los puntos históricos de la ciudad.

Junto a la Madeleine tomamos el metro y nos dirigimos hasta Montamrtre (linea directa hasta estación Abbesse). Montmartre es el barrio bohemio de París y, en mi opinión, una de las zonas más auténticas de la ciudad. Nuestra opción, tras una parada para tomar un crepe con nutella (mmmmm) es tomar el funicular hasta la basílica (ya llevamos muchos kilómetros en las piernas y son más de 200 escalones) y después descender andando. Una vez el funicular asciende por la colina, se puede observar uno de los grandes iconos de París, el Sacre Coeur.

Sacre Coeur
Si bien es un templo relativamente moderno (no se terminó hasta bien entrado el siglo XX) la basílica del Sacre Coeur es, y con razón, uno de los monumentos más visitados de París. Su situación, en lo alto de la colina de Montamartre, ofrece una panorámica de lujo de la ciudad de París en un entorno encantador. El color blanco de la basílica le da una imagen de esplendor que hace que todas las miradas de los visitantes se dirijan hacia ella. Se puede acceder a su interior gratuitamente, .aunque realmente lo fundamental en esta visita son las vistas, imborrables.

Desde el Sacre Coeur merece la pena darse un tranquilo paseo de vuelta al metro, pasar por la place du Tertre con sus pintores, tomarse un café en una terraza, caminar junto al Moulin de la Galette e ir bajando hasta el mítico Moulin Rouge, todo en un barrio lleno de encanto, con un punto muy pícaro y en nuestro caso aprovechando para llenar bien la mochila de quesos en una de las muchas fromageries que te asaltan en el camino.

Tomamos el metro de vuelta hacia el hotel cuando ya ha anochecido para dejar las cosas que hemos ido comprando y relajar los pies unos minutos. Tenemos entradas para subir a la Torre Eiffel a las 21:30 así que tomamos camino hacia ella con tiempo de sobra, ya que nos queda un último museo que visitar. A 5 minutos de la torre se encuentra el mueso Quai Branly, que jueves, viernes y sábados cierra a las 21:00 y que, como no, su entrada está incluida en el museum pass. El museo Quay Branly llama la atención ya desde fuera, ya que su fachada es un denso jardín vertical. En cuanto al contenido del museo decir que se trata de un museo dedicado a las artes no occidentales, por lo que reúne piezas de culturas prehispánicas, orientales, africanas, nativas polinesias y de Oceanía... un gran descubrimiento, de verdad que merece la pena.

Y llega la hora, con su iluminación de gala nos espera la gran dama de hierro. Para quien desee subir a cualquiera de sus plantas el único consejo que puedo darle es que compre antes las entradas por internet, se ahorrará muuuuuucho tiempo ya que las colas son interminables. Si ya tienes tu entrada, lo aconsejables es llegar unos 10 o 15 minutos antes de la hora reservada. Más allá de que la torre Eiffel como monumento pueda parecer más o menos atractivo, si existe una palabra para describirla sin duda es imponente. Lo cierto es que mirar hacia arriba desde la base ya da una idea de el enorme espectáculo que se va a presenciar. El ascenso es simplemente increíble, las vistas a través de la estructura metálica dan una idea de lo que uno se va a encontrar una vez llegue a cualquiera de los miradores. Al elegir disfrutarla de noche, lo cierto es que las vistas de la ciudad iluminada fueron magníficas, una de esas imágenes que enamoran y se quedan en la retina, imborrable sin duda.

Con la noche bien encima y ese halo mágico del que te impregna París nos dirigimos hacia el hotel buscando un restaurante para cenar. Lo cierto es que hay varios en la Av de la Bourdonnais y elegimos sin mirar mucho la Brasserie de la Tour Eiffel. El lugar en sí es agradable, con una carta típica parisina y con unos precios también típicos. Tomamos una ensalada para compartir (muy buena) y luego cada uno un confit de pato que no nos dijo nada. 45 euros en total los dos, que no es caro pero vamos, que el restaurante en cuestión no quedará en mi memoria.

Y con el estómago lleno, y las suelas totalmente desgastadas, damos por finalizado un más que intenso día, y nos preparamos para descansar en condiciones, que aún queda uno de los platos fuertes, domingo de Louvre...

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