miércoles, 6 de febrero de 2013

Costa Rica 2012: Manuel Antonio, mirada al Pacífico


Sin prisa pero sin pausa nos despertamos en Monteverde, tomamos el desayuno y sobre las 8 de la mañana arrancamos dirección Manuel Antonio. Nos separan 190 kilómetros de nuestro destino en el Pacífico, unas 4 horas, y después de haber visto las últimas 2 horas de camino a Monteverde, nos tememos que en dirección contraria no mejorará mucho la cosa.

Vistas al Golfo de Nicoya
Se toma dirección Guacimal y nuevamente comienza el calvario, el mal tramo de carretera es de unos 30 kilómetros y algo más de una hora de duración, aunque esta vez el tiempo acompaña y hay que decir que las vistas del Golfo de Nicoya mitigan el traqueteo de un camino por el que increíblemente circulan los autobuses que se dirigen hasta Santa Elena.

Sobrevivimos una vez más sin pinchar al tramo complicado y a partir de aquí ya cualquier carretera que disponga de asfalto parece una superpista alemana. Hay que señalar que, sin lugar a dudas, una vez que se llega al Pacífico las carreteras son lo que podríamos calificar como buenas, con asfalto en muy buen
estado, sin ningún bache y con límites de velocidad superiores a las del resto del país.

Cocodrilos en el río Tárcoles
De camino a Manuel Antonio, nos detenemos en un curioso punto de bastante interés turístico. Justo antes de llegar a la entrada del parque Nacional Carara, hay un puente que cruza el río Tárcoles, junto al cual suele haber detenidas hileras de coches y autobuses. El motivo de que todo el mundo pare unos minutos aquí es que en el río hay muchos cocodrilos, y en muy fácil observarlos tomando el sol en el barro o en el agua. Un consejo importante, debido a la concentración de vehículos, se recomienda no dejar el coche solo para evitar hurtos, mejor ir por turnos hasta el puente.

Tras observar a los cocodrilos retomamos camino entre gigantescos palmerales y no tardamos mucho en llegar a destino. Manuel Antonio se encuentra justo después de Quepos, y podríamos decir que dispone de dos zonas “urbanas”, una justo arriba de la colina y otra justo abajo, junto a la playa, aunque todo el camino está salpicado de multitud de hoteles, albergues, restaurantes…

Para nuestra estancia en Manuel Antonio, decidimos optar por un hostel del tipo mochilero, debido a que el ambiente suele ser especial. Vista Serena está en el camino de Quepos a Manuel Antonio, a 3 minutos de una parada de autobús.

Cuando llegamos se percibe el ambiente relajado del lugar, Conrad, uno de los dueños, está tranquilamente disfrutando de las vistas, es un tipo muy simpático y nos indica donde está nuestra habitación y donde dejar las cosas. Hemos reservado 3 noches en habitación compartida para 4 personas, y el precio es de unos 14 euros por persona y noche con desayuno incluido.

Hostel Vista Serena
Las instalaciones son bastante básicas pero hay de todo, habitaciones privadas y para compartir (la limpieza se realiza a diario), wifi, ordenador con conexión a internet, una sala con televisión y dvd, cocina, bebidas frías y, lo más importante, una zona de hamacas y mecedoras con unas vistas increíbles. La pega la pongo con los baños compartidos y las duchas, creo que una ducha más no estaría de sobra, al igual que otro baño para chicos y chicas, pero aún así no suele tocar esperar. En cuanto al servicio perfecto, Conrad es un tipo genial y te ayuda en todo lo que necesites, Sonia (creo recordar) también nos dio indicaciones muy útiles. Lo mejor de todo, el ambiente al atardecer.

Aprovechando que no hay nadie por el buen día que hace, revisamos el mail y consultamos a Conrad donde hacer la colada. A unos 200 o 300 metros del hostel hay una zona con viviendas, restaurantes, lavandería, supermercado, y una parada de bus que te lleva bien a Quepos o bien a la playa, siempre y cuando no dispongas de coche.

Dejamos la ropa para lavar y nos indican que para la tarde la tenemos limpia, y ya que ha pasado algo de la una nos disponemos a comer algo. Optamos por el restaurante backpackers, que parece normalito y está muy bien de precio, comemos un casado de carne y uno de pollo con unos batidos de maracuyá, todo por 8500 c (15 €).

Volvemos al hostel y cogemos las toallas para bajar a la playa. La playa de Manuel Antonio es playa Espadilla, tiene casi 4 kilómetros de longitud y uno de sus extremos coincide con parte del Parque Nacional Manuel Antonio. Es una playa muy concurrida y el aparcamiento escasea en las horas de mayor afluencia al parque, aunque hay dos formas de aparcar, una en el parking oficial, junto a la entrada del Parque Nacional y custodiado por la policía, y otra que te encuentre aparcamiento alguno de los “gorrillas” que hay por la zona, que también es seguro y no te costará más que un par de dólares de propina.

La playa tiene bastante afluencia de gente, muy distinto a cualquier otra playa de la zona caribeña, aunque como es muy larga también hay muchas zonas en las que estar prácticamente sólo. La mejor manera de acompañar el paseo por la playa es comprando una “pipa”, que no es más que un coco con una pajita para sorber el agua dulce que hay en su interior y que suele costar uno o dos dólares. Junto a la playa y la carretera hay varios restaurantes y tiendas y disfrutamos de unos batidos de mora y papaya antes de volver al hostel.

Es sábado y el hostel está lleno, lo que hace que el ambiente que se crea al atardecer sea mucho más especial. La zona de hamacas se llena de gente, se suele juntar todo el mundo en el mirador, hay quien lee, quien toca la guitarra, quien simplemente se sumerge en el atardecer del pacífico, es un gran lugar de encuentro de viajeros, en el que conocer gente y compartir historias. Conocemos a Ariel, una chica estadounidense que estuvo un año estudiando en Granada y que está unas semanas en Costa Rica para mejorar su español, me ha escuchado decirle algo a Mikel y como la mayoría de los mochileros habla en inglés se ha decidido a darme conversación acompañada de una botella de vino de Rioja, nos presenta a sus dos compañeras de viaje y me cuentan como están en programas de trabajo voluntario, han estado dos semanas en un orfanato y ahora van a una granja, ellas echan una mano y les dan alojamiento, comida, y practican el idioma, ahora se están tomando unos días  de relax, gente maja.

Extasiados tras el atardecer nos vamos a recoger la ropa a la lavandería que con tanto humedad y tanto sudor escasean las camisetas limpias, aprovechamos para acercar a las chicas al restaurante al que van a cenar y quedamos en tomar algo más tarde (las 7 para nosotros no es hora de cenar…). Aprovechamos el viaje para parar en el súper y comprar algo de picoteo y una botellita de ron, que la verdad es que apetece mucho tomarse después una copita.
Restaurante el avión

Dejamos las cosas y tras la ducha de rigor nos vamos al restaurante El Avión, que es de los que más fama tiene en la zona. El local es muy curioso, ya que está situado en una ladera con unas fantásticas vistas al pacífico y en su interior tiene un bombardero, si si, han leído bien, un bombardero, incluso tiene bar en su cabina para tomarse una copa.
Es un restaurante que tiene todo para tener una gran experiencia, aunque la verdad es que, al menos con nosotros, la fastidiaron, me explico.

Nos sentamos en una mesa y ya comenzó el desaguisado, una camarera nos trajo las cartas y cuando nos las fue a dar se las quitó otro camarero para llevárselas a otra mesa, pensamos que simplemente era un poco de desorganización y esperamos a que nos trajeran la carta... otros cinco minutos. En cuanto a la comida decir que la carta es muy completa, pedimos un batido natural de mango y una deliciosa limonada para beber (que llegan con los platos) y como plato optamos Mikel por el pollo en salsa porcini, realmente delicioso, y yo por el pargo rojo a la parrilla, que sirven marinado en especial y que está realmente espectacular (de los mejores pescados que he comido en mi vida). En cuanto a la comida decir que es sin duda el sitio en el que mejor hemos cenado de Costa Rica, una delicia.

Después de cenar, tardamos nada más y nada menos que media hora en conseguir que un camarero nos atendiera para darnos la cuenta, y otros 15 minutos para que nos la trajera, cuando llevábamos 5 minutos más esperando para que la recogiera, decidimos ir a pagar a la barra y directamente no recoger ni las vueltas ya te tal vez debían ir a la fábrica de moneda y timbre a por los cambios. Muy desastroso el servicio, de pena vamos.

El grupo de moda: los Jungle Boys!
Tras la decepción decidimos irnos a un local con música en directo, tocan los Jungle Boys (tres tipos que tocan canciones variadas) y nos tomamos una caipirinha en la compañía de las chicas del hostel, alargamos la copa y la conversación y volvemos para el hostel, donde mientras las chicas se dispersan nos ponemos nuestro ron antes de acostarnos, no conviene alargarse más que al día siguiente vamos a ver el parque nacional más visitado de Costa Rica.

Tras desperezarnos y tomar el desayuno viendo como negras nubes van soltando las primeras gotas de lluvia, cogemos el 4x4 y bajamos hasta la entrada del Parque Nacional Manuel Antonio, dejamos el coche en el parking (2000c todo el día) y nos vamos a por las entradas. A pesar de ser temporada baja, de estar lloviendo, y de que se suponga que hay un límite de capacidad para el parque, cuando uno accede a la entrada tiene la sensación de estar entrando en disneyworld, grupos de 40, 50 o 60 turistas gritando, chillando, sin el más mínimo orden, dan una imagen de lo que una vez dentro te puedes encontrar.

Playas Gemelas


Para nuestro gozo, hay que reconocer que la mayor parte de esa masa de personas que piensa estar en un parque de atracciones se suele dirigir hacia las playas más grandes, por lo que los senderos a las playas más escondidas, los miradores, etc no están tan concurridos como el resto y se puede disfrutar de agradables paseos.

Manuel Antonio es un parque pequeño y se puede recorrer sus caminos en una mañana, aunque conviene tener las piernas preparadas para subir a los distintos miradores ya que los caminos son un poco rompepiernas.  Nada más pasar la entrada (10$ por persona) tratamos de sortear a los primeros grupos de gente cuando nos cae un aguacero de los que hacen época, menos mal que ya estamos acostumbrados y nos lo tomamos con humor, aunque el chaparrón es considerable y se alarga durante media hora.

Iguana
Si algo tiene de bueno el clima de Costa Rica, es que tan pronto como para de llover comienza a asomar el sol. Con ánimos renovados vamos tomando los senderos que conducen a Punta Catedral, por el camino observamos algunos monos tití, a los que es imposible fotografiar ya que no paran de moverse. Seguimos el camino y llegamos a las playas gemelas, en las que prácticamente no hay nadie y que invitan a un tranquilo baño en sus cálidas aguas. Al salir, junto a las rocas podemos observar una enorme iguana que permanece inmóvil tomando los rayos del sol.


Lagartos por el camino

Desde la playa tomamos dirección a Puerto Escondido, por el camino nos topamos con montones de lagartos que no paran de cruzar el camino, los hay de muchos tipos, tamaños y colores. El camino se hace un poco costoso ya que el calor aprieta y llegar a los miradores supone subir buenas cuestas, lo cierto es que las vistas desde los miradores no es que sean nada espectaculares, pero sólo por el hecho de caminar alejados de la marabunta merece la pena.

Nos dirigimos hacia playa Manuel Antonio, la más visitada y masificada, no duramos allí ni 2 minutos, hordas de flashes bombardeando a algún despistado mono cariblanca y toneladas de protección solar, no es a eso a lo que hemos acudido al parque, así que nos vamos hacia el mirador.

Playas de Manuel Antonio
Por el camino un acutí y un mapache se nos cruzan, el mapache más bien curioso y el acutí corriendo como alma en pena, nuevamente muchos lagartos y unas vistas buenas aunque sin llegar a ser de especial interés más allá que el de alejarse de tanta gente.
Tras este último tramo damos por terminada la visita, lo cierto es que el parque es bueno pero al estar tan masificado pierde un montón de puntos con respecto a otros como el de Cahuita.

Mientras nos dirigimos a la salida del parque nos encontramos con una de las parejas que conocimos en Tortuguero, es curioso lo pequeños que resultan a veces estos países. Antes de acceder a Playa Espadilla hay que cruzar un pequeño río, hay una señal que indica que hay cocodrilos y que es peligroso, y hay una barca que te cruza por un dólar, que os podéis ahorrar porque el río se cruza en 10 segundos mojándote hasta las rodillas.
El peligroso río...

De vuelta a la “civilización” nos compramos unas pipas y nos vamos a buscar un sitio para comer. Nos quedamos en un local que hay junto al mar (de cuyo nombre no me acuerdo), como hemos dado unas buenas caminatas decidimos comer en consecuencia, como entrantes pedimos unos fingers de pollo para Mikel y un ceviche para mi, que llevaba tiempo queriendo probarlo y la verdad es que me gustó bastante. Después nos tomamos unos casados con pollo frito, y aquí debo decir que es posiblemente el mejor pollo frito que nunca haya probado, que cosa más simple y más buena, para beber unos batidos de mango, todo por 16500c (28 €).

Tras la comida subimos al hostel, tras descansar un rato Mikel decidió quedarse escribiendo y yo me bajé un rato a pasear por la playa, y la verdad es que es una playa que cunde mucho, paseo, baño, paseo, baño, paseo…

Ceviche
A media tarde vuelvo al hostel, aprovechamos para leer al atardecer, el cielo está oscuro y al ser domingo hay menos gente, por lo que la sensación de tranquilidad es mucho mayor.

Tras una ducha nos vamos a cenar andando, elegimos el PizzaPata, un local en el que se compran las pizzas por longitud, y como somos unos hambrientos pedimos 2 medios metros (son rectangulares), los ingredientes van al gusto. El camarero insiste mucho en que no cree que vayamos a terminar con la pizza pero eso es porque no nos conoce, no queda ni una miga en el plato. Las 2 pizzas y 2 cervezas 16000c (27 €). Con el estómago lleno nos dedicamos a una noche de relajación y ron con cola, que el día siguiente lo tenemos para descansar y no hace falta levantarse pronto, además la tormenta que nos acompaña es gloriosa, así que tampoco invita la noche a salir de copas.

Cuando llueve cae bien...
Sin prisa amanecemos en el hostel, desayunamos y mientras Mikel prefiere seguir con su vena inspiradora de escritura frente al pacífico, yo decido meterme una mañana de playa de las épicas. No lo he comentado pero si bien el sol ya es duro de por sí en Costa Rica, en Manuel Antonio más vale que cada media hora tengas a mano la protección solar. Así que paso la mañana entre paseos por la blanca arena, mi mp3 rebosando reggae, baños en el mar y malabares con mis cariocas (incluso unos Yankees me echaron un dólar, viva el perroflautismo!)

A la hora de comer vuelvo a por Mikel y volvemos al backpackers donde volvemos a comer bien y barato. Después de la comida bajamos a Quepos, por recomendación de la chica del hostel nos vamos junto al malecón a buscar una tienda de puros que nos han dicho que son de gran calidad.

Playa Espadilla, la gloria
La House of Cigars de Quepos está regentada por una mujer cubana que elabora sus propios habanos, además de vender también las marcas más conocidas. Si eres un amante de los puros este es tu lugar, nosotros aprovechamos para comprar de regalo a un amigo que justo nos anunció que se iba a casar y uno para probar por la noche.

Tras la visita a la tienda de puros nos damos una vuelta por Quepos, que no tiene mucho que ver pero en la que hay muchas tiendas, especial mención merecen las que tiene trabajos hechos en madera, excepcionales, aunque muy fuera de nuestro presupuesto.
Volvemos al hostel parando antes en el súper a por las últimas cosas, es nuestra última noche en Manuel Antonio y la siguiente ya será en San José esperando la vuelta a casa, así que nos la vamos a tomar sin prisa.

Atardeceres imborrables
El atardecer esta última tarde es espectacular, marcharse con esta imagen del Pacífico es más de lo soñado, no puede haber un cierre más redondo. Cenamos algo en el propio hostel, ya que Conrad también cocina, nos cenamos unos burritos muy buenos y unas papas fritas con unos refrescos y después nos abandonamos a las divagaciones nocturnas con nuestro inseparable ron y con el mejor habano que me he fumado en mi vida.

Pasada la medianoche decidimos ir a dormir, aunque no haya prisa queremos salir pronto ya que hay que ir al vocán Poás, y se aconseja viajar temprano. Ya sólo nos falta la última etapa antes de volver a casa…

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