jueves, 13 de noviembre de 2014

París en 3 días: vuelta a casa, la sonrisa de Mona Lisa

París amanece gris, como si antes de nuestra partida estuviera ya echándonos de menos. Sin prisa pero sin pausa dejamos preparada la maleta y le damos un último vistazo a las increíbles vistas que tenemos desde el balcón de la habitación.
Últimas vistas
 

A pesar de que no salimos hasta media tarde, lo más conveniente es realizar ya el check out dejando las maletas en el hotel y así poder disfrutar sin prisas ni cargas del tiempo que nos queda.

Con el check out hecho compramos algo dulce para desayunar en una boulangerie junto al metro y nos dirigimos al Louvre. Como ya he comentado nuestro museum pass era para dos días por lo que, en previsión de evitar colas, saqué las entradas del museo por internet.

La visita al Louvre es
un imperdible de cualquier viajero que visite París. La belleza y calidad de las obras expuestas en este impresionante museo hacen que prácticamente todas las personas que visitan la ciudad de las luces realicen una visita.

Lo cierto es que para visitar el museo del Louvre por completo necesitaríamos de varios días, pero para no terminar saturados lo mejor es dedicarle entre 2 y 4 horas, y si es necesario volver.

Pirámide Louvre

En cuanto al acceso, me parece uno de los grandes problemas del museo, un único acceso por la pirámide central, que provoca interminables colas, totalmente mejorable, el día se ha puesto complicado por la lluvia y las colas de gente a la intemperie no resultan nada agradables

Dentro del museo lo mejor es llevar un plano del mismo y haberse tomado un tiempo antes para saber que se desea visitar y que no. Cuanto más se madrugue mejor será la visita, ya que el museo a partir de las 11 se convierte en una marabunta de visitantes tratando de ver las obras más conocidas.

En nuestro caso dedicamos algo más de una hora para ver las colecciones islámicas (es la zona más tranquila del museo) y paseamos prácticamente solos, es una gozada poder disfrutar de grandes salas a tu antojo alejado de las multitudes, aunque llegado el momento, es imposible resistirse al peregrinaje para ver la Venus de Milo, la estatua de Ramses II, el escriba sentado o, como no, La Gioconda, a pesar de la locura que supone tratar de acercarse al cuadro.


En cuanto a la información de las obras, regular, en algunas se encuentra en varios idiomas, pero en gran parte del museo sólo está en francés, aceptable para cualquier pequeño museo de Francia, pero inaceptable para uno de los museos más visitados del mundo. Aún así, con sus cosillas, no cabe duda de que es difícil no salir encantado del Louvre.
Jardín Tullerías

Como por arte de magia, al salir del museo nos espera un sol de justicia con un cielo totalmente despejado, y es que en París el clima es casi tan loco como su tráfico. Así que, ahora sí, podemos disfrutar de los exteriores del museo y de su pirámide de cristal en todo su esplendor, incluso nos permitimos el lujo de lucir manga corta, cosa impensable a primera hora de la mañana.

Como el día está precioso, pasamos por el Arc de Triomphe du Carrousel y damos un tranquilo paseo por el jardín de las Tullerías para llegar a la plaza de la Concordia. Lo cierto es que en el jardín de las Tullerías, un domingo, se entremezclan parisinos y turistas que tan sólo quieren pasear y relajarse, diría que es de los pocos lugares de París en los que, si quitas las cámaras de fotos, no sabrías decir quien es turista y quien no.

Una vez se llega a la plaza de la Concordia, es imposible resistirse a visitar el impresionante obelisco que la preside. Desde este punto decidimos continuar caminando para visitar la Madeleine, gran ejemplo de iglesia neoclásica de entrada gratuita y cuya visita no os demorará más que unos minutos.
Plaza Concordia
Visitada la Madeleine, decidimos seguir nuestro paseo para visitar aunque sea desde fuera una de las grandes joyas de París, la Ópera Garnier. He de decir que a mí, personalmente, me parece un edificio increíble, de lo que más me gustan de París, cuando llegamos allí hay un músico tocando el piano en la calle, y nos sentamos en las escalinatas de la ópera para disfrutar de su música, uno de esos momentos que hacen mucho más dulce la ya, casi casi, despedida de la ciudad de las luces.

Como se nos ha pasado la mañana, decidimos ir a comer y pensar cual va a ser nuestra última bala antes de volver a casa.

Entre la ópera y el museo del louvre, junto a la estación de metro de Pyramides, encontramos el Bistrot Pyramide, aunque habitualmente no entramos en restaurantes en lo que no hay gente, como era primera hora y nos pillaba bien hicimos una excepción.

El restaurante dispone tanto de comida a la carta como de menú, en el que se puede optar por la fórmula entrada + plato o plato 6 postre por 19 euros, o entrada + plato + postre + bebida por 30, que es por la que optamos.

Madeleine
Como entrante tanto mi chica como yo optamos por la sopa de cebolla, que estaba realmente buena, y que te hace entrar en calor en un segundo. Como plato principal yo opté por el filete con salsa de pimienta, que viene acompañado de patatas y con la salsa a parte, el filete normal, la salsa muy suave. Mi chica pidió el salmón, que viene acompañado de muchas verduras, con una salsa exquisita y el punto de cocción perfecto, por ponerle una pega tenía alguna espina, pero realmente estaba muy rico.

Como postre tomamos crema catalana, que estaba deliciosa y para beber tomamos agua y vino tinto. En total 60 € los dos, una buena opción para degustar la comida francesa sin gastar una barbaridad.

Opera Garnier
Mientras comíamos decidimos que, dado el fiasco del día anterior con el museo Rodin, y que estaba muy cerca del hotel, podíamos intentar hacer una rápida visita antes de partir. Cruzamos tranquilamente el Sena disfrutando del último paseo y llegamos al museo, junto a Invalides.

El museo Rodin, puede visitarse tanto de forma completa (abonando el precio de la entrada o con museum pass) como tan sólo sus jardines (de forma gratuita).

Por lo tanto, dado que disponemos de un tiempo bastante limitado, visitar sus jardines es una estupenda forma de adentrarse en el mundo de Rodin, en ellos podemos ver algunas de sus obras, como el monumento a Balzac o la que posiblemente sea su obra más conocida, el pensador. Disfrutar de las obras al aire libre y en un entorno natural es una experiencia mucho más agradable que la de verlas en una sala de conservación.


El Pensador
Sin duda una visita que merece la pena y, además, gratuita, buen broche final. En unos minutos estamos de vuelta en el hotel, desde el cual muy atentamente llaman al tranfer y nos entregan nuestro equipaje. Se aconseja salir de París unas 3 horas antes de tomar el vuelo, ya que con el tráfico nunca se sabe, pero si todo va bien en 1 hora ya estaréis en vuestra terminal, con lo que ya sólo queda esperar, volar, y, a partir de ese momento, recordar... 

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