jueves, 4 de octubre de 2012

Argentina - Uruguay 2011 Roadtrip por el NOA, de Cafayate a Jujuy: la Quebrada de las Conchas

Llegar hasta Cafayate no estaba en nuestros planes de viaje, la primera idea era hacer rutas por la provincia de Tucumán y luego ir del tirón hasta Jujuy, pero la mala experiencia en la capital tucumana nos ha hecho variar la ruta.

Nuestra ruta este día es relativamente corta, nos separan 186 kilómetros de la ciudad de Salta y consultamos el recorrido en el hotel, donde nos indican que el camino atraviesa la Quebrada de las Conchas y que la carretera está en buen estado y bien señalizada.
Tras tomar un desayuno con variedad de dulces típicos de la región, partimos desde Cafayate por la ruta 68, que ya no abandonaremos.

Ciertamente la calidad de carreteras en Salta es muchísimo mejor que la de las tucumanas, el asfalto está en perfectas condiciones y es en el raro caso de encontrar un pequeño tramo de ripio se debe a que están reparando la calzada.

La tierra que se rompe...
Debemos reconocer que desconocemos qué nos depara la quebrada de las Conchas, pero por las referencias que nos han dado se nos ha creado una buena expectativa. A los pocos kilómetros de ruta comenzamos a ver la belleza del lugar, la tierra de un rojo intenso parece romperse a nuestros pasos, es como si el terreno fuera una hoja de papel y alguien hubiera hecho una bola y luego la hubiera desecho.

El camino depara muchas formas, algunas más subjetivas que otras, pero merece la pena detenerse no sólo en los lugares señalizados y habilitados para ello, sino cada vez que el paisaje depara imágenes difícilmente imaginables antes de estar
aquí.

El Obelisco
Si el recorrido se realiza desde Cafayate, las paradas suelen ser los Castillos (desde lejos la tierra parece formar varios torreones), las Ventanas (por donde pasaba un antiguo camino incaico, cuyos restos aún hoy se mantienen), el Obelisco (un enorme punzón de roca que sale de la tierra y apunta al cielo), el Sapo (posiblemente la más curiosa de las geoformas que se pueden ver) y para el final los dos platos fuertes, el Anfiteatro y la Garganta del Diablo.

Anfiteatro
En el anfiteatro se dan cita muchos turistas, hay que reconocer que al partir desde Cafayate no nos habíamos topado con casi nadie por el camino, y eso se debe a que la mayor parte de las excursiones guiadas por este lugar parten desde Salta. Hay una zona de aparcamiento de tierra en la entrada y varios puestos de artesanías. Es el anfiteatro una formación rocosa que resulta que tiene muy buen sonido natural, por lo que normalmente hay algún grupo haciendo música en vivo, lo que confiere al lugar un toque especial. Si algo no me gustó personalmente fue que coincidimos justo con la mayoría de autobuses turísticos, por lo que había bastante gente. Al salir encontramos una chica que vendía tortillas de maíz con queso, cocinadas en un bidón cortado con brasas, y ya saben que yo no puedo resistirme a probar todo lo que encuentro, un interesante tentempié por apenas 2 pesos.

Desde el anfiteatro hay sólo unos minutos hasta la garganta del diablo (que debe ser el nombre más utilizado en Argentina para formaciones naturales… xD). La garganta del diablo es en una palabra espectacular, una formación rocosa por la que entra la luz que merece la pena unos minutos de descanso y disfrute. Quien quiera puede ir trepando por las rocas hasta donde buenamente pueda, merece la pena avanzar y tener nuevas perspectivas, aunque quien lo haga también comprobará hasta que punto puede descender en la escala evolutiva un ser humano con un spray de pintura en la mano. Tras el paseo se desciende con cuidadito y se vuelve al coche.

Garganta del Diablo
Siguiendo por la ruta 68 nos detenemos en la localidad de Coronel Moldes, a unos 60 kilómetros de Salta. Es una localidad muy tranquila y aprovechamos para llamar a casa y para tomar un par de empanadas y algo fresco para beber (12 $ en total). Algo muy importante a tener en cuenta en Argentina, sobre todo en el norte, es que el ritmo se pausa hasta el extremo, y que la comida se hace al momento, por lo que para tomar un par de empanadas es habitual que tengas que esperar 40 minutos mientras las preparan, las hornean… una forma de vivir sin prisa de la que a veces aprendes y que a veces exaspera, pero seguro mucho más sana que la nuestra.


En algo más de media hora vamos llegando a los alrededores de Salta, en la que se conduce de forma más civilizada que en San Miguel de Tucumán, llegamos a la entra del Hotel Posada del Sol, un 3 estrellas bastante céntrico en el que hemos reservado habitación doble con desayuno incluido a unos 40 € por persona (si se planifica estar en Salta, se podrá ahorrar en alojamiento, pero es lo que tiene la improvisación…). El coche nos indican que debemos dejarlo en un parking que está a un par de cuadras del hotel, así que allá vamos, cogemos las mochilas y hacemos el check in, el hotel es moderno y muy agradable, nos damos una buena ducha y nos disponemos a dar un paseo por el centro de Salta.

De todo hay que probar
La plaza 9 de Julio está a una cuadra del hotel así que picamos algo y paseamos un poco por la zona, entramos en la catedral, vemos el cabildo, etc. y, por recomendación del recepcionista del hotel, vamos al Museo de Arqueología de Alta Montaña, que está situado en la misma plaza.

Hay que reconocer que el MAAM tiene un entrada cuyo precio echa un poco para atrás (30 $), pero ya que nos lo han puesto tan bien nos decidimos a entrar, nos parece la mejor forma de pasar la tarde sin tener que andar y andar… El MAAM hace un recorrido por la historia inca de la zona, en él hay numerosos objetos, prendas, abalorios… y se explican al detalle los rituales y sacrificios que realizaban los indígenas. El punto fuerte de la exposición es que siempre hay expuesta una de las Momias de LLullaiaco, encontradas a 6000 metros de altura y en un estado de conservación excelente, observar a la niña del rayo in situ es una experiencia escalofriante a la par que inolvidable. Definitivamente es un museo que cumple con todas las características que debe tener, aprendes, descubres, disfrutas, y todo en unas buenas instalaciones.

Tras estar en el museo nos damos una vuelta por las calles del centro de Salta, nos tomamos unos batidos y unos panchos (perritos calientes) mientras tanteamos el ambiente y buscamos un sitio para cenar.


Cabildo de Salta

Finalmente decidimos cenar en un restaurante cercano a la plaza, pedimos entrantes (Mikel empanada y yo tamal, para variar) y después un churrasco y yo me decido por probar el pejerrey, un pescado de río a la parrilla, que si bien está sabroso no es tampoco nada de otro mundo, acompañado de unas papas y una gran jarra de limonada. Una vez con el estómago lleno, pagamos la cuenta (155$) y nos vamos a dormir.

La noche el descanso no es el deseado, ya que hay un niño que no para de gritar y llorar toda la noche y la madre es imposible de hacerlo callar hasta casi las 3 de la mañana, así que nos levantamos sobre las 9 con más ojeras que otra cosa y tomamos un buen desayuno en el hotel.(que es desayuno bufé). El día está bastante gris y consultamos las opciones para llegar a San Salvador de Jujuy, que dista tan sólo 120 kilómetros de la capital salteña.

A pesar de que nos dicen que es más bonita la ruta por carretera el gps se empeña en llevarnos la contraria y meternos en la autopista, así que en poco más de una hora estamos en nuestra última morada antes de atacar las quebradas y selvas del NOA…

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