jueves, 8 de noviembre de 2012

Argentina - Uruguay 2011 Montevideo: Mágicas ramblas

Ni tan siquiera se puede decir que es madrugada  en Tandil y ya nos encontramos en un bus camino a Bs As, tratamos de dormir y a primera hora de la mañana llegamos a Retiro, donde tomamos un taxi que nos lleva al puerto, en donde embarcaremos en un ferry destino Montevideo.

Para viajar desde Bs As a Montevieo, o a Uruguay en general, la manera más aconsejable es tomar un ferry de la compañía Buquebus y cruzar el río de la plata, bien llegando hasta Colonia y tomando un bus o bien directamente hasta Montevideo. En nuestro caso optamos por el traslado directo, que dura algo más de 4 horas y que nos cuesta 555 pesos ida y vuelta (unos 100 €).

Al llegar a Montevideo el ritual de paso de frontera y sellado de pasaporte se ralentiza debido a que escanean una y otra vez los equipajes y muchos de ellos proceden a revisarlos a mano. A lo largo de mis paseos por el mundo, he aprendido una verdad universal que en este caso os puede ahorrar tiempo, a nadie le gusta remover entre la mierda. Por lo tanto, consejo: si ya lleváis unos días viajando, colocad en la parte superior de la mochila una bolsa de ropa sucia, ni la policía, ni los ladrones, ni nadie removerá más de un segundo en busca de nada en vuestro equipaje…

Plaza Independecia desde Che
Lagarto Hostel
Superada la aduana tomamos un taxi para dirigirnos al Che Lagarto Hostel, en donde tenemos reservada una habitación privada para 2 noches con desayuno incluido a 15 € por persona y noche. El Che Lagarto es un albergue bastante básico, tiene bar-cafetería, las habitaciones necesitan una mano de pintura (si no me equivoco han remodelado este año) y el personal a veces va un poco a su bola, pero eso sí, tiene una situación excepcional, situado en la mismísima Plaza Independencia, desde nuestro balcón veíamos el Palacio Salvo o la puerta de la ciudadela.

Tras dejar las cosas salimos a dar una pequeña vuelta y comer algo. Lo primero que llama la atención de Montevideo si se viene desde Argentina, es que parece que estamos de
vuelta a una ciudad europea, el orden en la circulación, la falta de un ruido más alto que otro… y los precios, si viajamos a Montevideo debemos estar preparados para pagar precios prácticamente europeos, desde 3 euros la cajetilla de tabaco o 2,5 por un refresco en una terraza.

Chivito
Partiendo desde la Plaza Independencia nos dirigimos al Teatro Solís, uno de los emblemas de la ciudad y desde allí nos adentramos callejeando en la zona vieja, buscando un restaurante en el que probar el plato de comida rápida que es imprescindible probar en Montevideo: el chivito. El chivito es un bocadillo normalmente relleno de carne, mayonesa, tomate y complementos variados y acompañado de papas fritas, puede ser normal, doble, o incluso triple, y está realmente bueno.

Con el estómago lleno volvemos al hostel a por un plano y nos decidimos a callejear por el centro, recorremos la avenida 18 de julio (la arteria principal de la ciudad) donde nos encontramos con la fuente de los candados o de los enamorados, que se dice que si dos enamorados colocan en ella un candado con sus iniciales volverán a visitarla y su amor durará para siempre. Callejaeando llegamos hasta el parque Rodó, que es tanto un barrio como el parque que se encuentra en él y que posee un lago artificial y zonas verdes por las que pasear tranquilamente. En uno de sus extremos se encuentra también el Museo Nacional de Artes Visuales, pero nos comunican que debido a una huelga ese día no abre sus puertas, por lo que damos media vuelta y retornamos por donde vinimos, completando entre ida y vuelta un paseo de unas 3 horas y media, que se puede acortar mucho si se realiza en autobús público.

Fuente de los candados
De regreso al hostel Mikel decide quedarse escribiendo y mirando su mail y yo cojo un libro y me voy a la rambla junto al dique a leer un rato. Por la tarde, si el tiempo acompaña, las ramblas de Montevideo se llenan de gente que va a ver el atardecer acompañada de su mate (es increíble la pasión que sienten los uruguayos por esta bebida), a pasear o simplemente a pasar el rato.

Compro unos dulces y los devoro al mismo ritmo que la novela de Bucay que he comprado en Tandil mientras el sol lentamente se esconde en el Río de la Plata, es uno de esos momentos en los que sientes una enorme paz contigo mismo, en los que sientes que ese es el verdadero significado de las vacaciones, encontrar rincones en los que disfrutar de los placeres mundanos como no lo sueles hacer en tu día a día.
Atardecer en Montevideo
Cuando la luz comienza a escasear vuelvo dando un pequeño rodeo para visitar el templo inglés, y aprovecho para llevar algún dulce a Mikel (los placeres hay que compartirlos) que sigue enfrascado en su escritura.

Tras tomarnos una cervecita nos vamos a buscar algo para cenar en la 18 de julio, en contraste con Buenos Aires, entre semana la vida nocturna de Montevideo es de muy baja intensidad, y aunque hay numerosos restaurantes y bares abiertos en el centro en otras zonas pasamos sin ver nada abierto. Cenamos unas pizzas mientras vemos el aniversario del Peñarol en el estadio centenario, una fiesta a la que sin duda habríamos acudido de haber sabido que coincidía con nuestra estancia. Bien cenados volvemos al albergue, ha sido un día de mucha caminata y el siguiente no parece que vaya a ser para menos.


Teatro Solís
Amanece el día frío y lluvioso en Montevideo (nada que ver con el anterior) así que decidimos desayunar y tomarnos con calma la mañana. Comenzamos dando un paseo por la zona vieja de la ciudad, a pesar de que llovizna es un placer poder perderse entre las callejuelas y el ambiente bohemio de la zona. Paseando nos encontramos con el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), que aún no ha abierto sus puertas y mientras decidimos si esperar o seguir paseando nos sorprende un chaparrón que nos obliga a buscar un refugio.

Ciudad Vieja
Así, casi sin querer, entramos en el café brasilero, un café símbolo de la modernidad y la vida bohemia en Montevideo, que fue fundado en 1877 y que mantiene intacta su decoración, lo que nos traslada a otra época mientras tomamos algo caliente.  Una vez escampa y es la hora de apertura, nos dirigimos al MAPI. En ese momento, además de las colecciones habituales, se encuentra una exposición sobre el arte del tatuaje a través de las distintas culturas y sus significados, así como la decoración corporal. La visita resulta realmente interesante, el museo se recorre en poco más de una hora y no está para nada saturado de visitantes, sin duda una visita recomendable si se dispone de un rato en la ciudad vieja.

Como se va a cercando la hora de comer, decidimos seguir por la ciudad vieja para ir a comer a otro de los imperdibles de la capital del paisito, el Mercado Central. Hay que reconocer que el viejo mercado central de Montevideo se ha convertido en los últimos tiempos más en un centro turístico que en otra cosa, pero aún así  la heterogeneidad de puestos y gentes que lo llenan lo hacen el sitio perfecto para degustar un asado al estilo uruguayo. Como buenos devoradores de carne optamos por una parrilla completa y debemos decir que la notamos más grasa que las que probamos en Argentina, pero aún así fue satisfactoria.

Parque Rodó
Con el estómago bien lleno decidimos por segundo día ir hasta el Parque Rodó para ver el Museo de Artes Visuales, al dejar de llover y tener que bajar la comida nos damos el paseo y esta vez si que hay suerte. La entrada al museo es gratuita, lo que lo hace muy atractivo si estás en Montevideo en un día de lluvia. Lo cierto es que esperábamos ver alguna interesante exposición de fotografía y casualmente no había ninguna, sino que el material era más bien pictórico y escultórico, así como de vídeo, pero a pesar de esta pequeña frustración la visita mereció la pena.

Para volver esta vez si que optamos por tomar un bus de línea lo que nos ahorra mucho tiempo. A pesar de que la tarde está desapacible vuelvo a optar por ir hacia las ramblas, aunque esta vez se queda todo en un breve paseo ya que el viento y la temperatura no invitan a quedarse leyendo.

18 de Julio
De vuelta al hostel vamos preparando la mochila para el día siguiente y decidimos buscar un lugar en el que cenar nuestro último chivito y nos vamos a El chivito de oro, una chivitería situada en la 18 de julio con unos chivitos espectaculares tanto de tamaño como de sabor, de verdad que merece la pena pasarse aunque sea un poco más caro que otros sitios.

Vuelta al hostel, última cervecita en Uruguay y sueño reparador. Por la mañana tras el desayuno aprovechamos para dar un último paseo por la Plaza Independencia y la ciudad vieja. Sobre las 10:30 de la mañana tomamos un taxi hasta el puerto y a las 12 del mediodía estamos ya camino de Buenos Aires…

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