jueves, 30 de agosto de 2012

Argentina 2009 El Calafate: Glaciares, montañas y fiebre

Ya montados en el avión que nos lleva desde Ushuaia hasta El Calafate, lo que debería ser un rápido viaje se convierte en un suplicio, hay que pagar el precio de las caminatas y, sobre todo, de la noche del fin del mundo, y paso el viaje con la cabeza dentro de una bolsa.

Ya en el aeropuerto del Calafate nos recogen para llevarnos al hostel, sólo deseo llegar, hacer el check in y meterme en la cama, paso el día a base de ibuprofeno y paracetamol, y sin nada en el estómago porque de sólo pensar en comer me mareo, aunque por la noche empiezo a estar algo mejor y para el día siguiente ya seré de nuevo más o menos una persona.

Viajamos a El Calafate con una clara intención, disfrutar del impresionante glaciar Perito Moreno y, el día que quede libre, dependiendo de las condiciones, hacer otra actividad. El Calafate es un pueblo-ciudad que se está desarrollando por y para el turismo que, proveniente de todos los rincones del planeta, lo utiliza como base para ver el Perito Moreno.

Hemos reservado una habitación privada para los 3 en el hostel América del Sur, nos sale unos 18 euros la noche con desayuno incluido. En el mismo hostel se pueden reservar las excursiones y, aunque está un poco alejado del centro (unos 10 minutos andando) el ambiente mochilero y el buen rollo con el personal lo hacen de los mejores que hemos visitado en Sudamérica.

Volviendo al día de llegada al Calafate, Mikel y Endika se dan una vuelta por el pueblo, comen fuera y en el hostel decidimos que excursión contratamos para ver el Perito Moreno el día siguiente. Cuando se quiere ir
al Perito Moreno existen básicamente 3 opciones: transporte hasta allí y verlo desde las pasarelas, transporte + pasarelas + paseo en barco junto al glaciar, y transporte + pasarelas + barco + trekking en el glaciar.

Nosotros optamos por lo más básico en este caso, más que nada en previsión de que mi estado físico no iba a ser óptimo, pero si en algún momento repito lo haré con barco. Es muchísima gente la que paga el trekking, el precio de la excursión con barco ronda los 60 euros y el trekking los 150, cierto que es una experiencia única, pero en mi opinión es un abuso, que cada cual decida.

Espectacular Perito Moreno
Tras una noche no tan mala como esperaba madrugamos y desayunamos (y  el estómago me dice que adelante aunque poco a poco), sobre las 9 nos recoge el transfer que nos llevará al Parque Nacional de los glaciares, como somos quienes completamos el viaje ya salimos directos. Tras algo más de una hora de trayecto y abonar la entrada al parque nacional, se va acercando el momento, la furgoneta avanza y, de repente, entre los árboles, se distingue la inmensa masa de hielo azul que en breve veríamos desde cerca.


El transfer nos deja en la parte superior de las pasarelas sobre las 10 y media y tenemos hasta las 3 para recorrer los 3 niveles de las pasarelas con total calma y tranquilidad. Nada más aproximarnos al primer mirador, y no debido a que esté comenzando a nevar y el viento corte de frío, nos quedamos helados. Observar la grandiosidad de este gigante azul es algo que difícilmente se puede borrar de la memoria de quien lo ha presenciado.

Un azul imborrable
El Perito Moreno es un auténtico espectáculo para la vista, su color azul se clava en la retina y el tiempo parece detenerse cuando estás frente a el. El silencio del lugar sólo se rompe por los enormes pedazos de hielo que se desprenden de sus paredes laterales y por las exclamaciones de asombro de quienes lo observan absortos desde las pasarelas bajo el vuelo del cóndor.

Realmente es un lujo poder pasear tranquilamente frente a este gigante azul, realizando paradas de vez en cuando en la cafetería situada en la parte superior de las pasarelas para entrar en calor. La única pena es no haber realizado el paseo en barco junto a él para poder tenerlo al alcance de la mano, pero el cuerpo todavía no está para muchos trotes.

Contra la fiebre... frío!
Después de comer y dar una última vuelta por las pasarelas decimos adiós a este espectáculo de la naturaleza y volvemos a El Calafate. Paseamos por sus calles y en cierta medida recuerda a una ciudad del oeste americano pero en moderno, llena de casinos y restaurantes. Por la noche cenamos en el hostel ya que hay parrillada y nos preparamos para la salida del día siguiente a El Chaltén.


Tras un reparador sueño toca madrugón y dirigirse a la estación de autobuses para tomar un bus de línea que nos lleve hasta el Chaltén. Aprovechando que soy el organizador de viajes por excelencia, he decidido que vayamos a esta pequeñísima localidad a realizar una ruta. El Chaltén es considerada la capital nacional del trekking en Argentina y el punto de partida para quienes desean hacer rutas hacia el Fitz Roy, para mí una de las montañas estéticamente más bellas del mundo.

Vistas desde la guardería
del parque nacional
El viaje en autobús de línea se demora por 3 horas, y en el Chaltén es necesario parar en la guardería del parque nacional para recibir una charla explicativa de las normativas del parque, que hacer en caso de avistamientos de fauna, condiciones climáticas, etc. Una vez sopesadas las opciones decidimos realizar la ruta que sale desde el pueblo hasta laguna Capri pasando por el mirador al Fitz Roy.

El sendero que lleva al mirador del Fitz Roy sale al final de El Chaltén y comienza con una empinada subida durante unos 20 minutos (luego el desnivel es menor) que hace que sude todo lo malo que hay en mí en ese momento.


Mirador Fitz Roy

El camino va avanzando entre impresionantes vistas y paisajes para, luego de superar un desnivel total de 350 metros y tras 1 hora y media, llegar al mirador del Fitz Roy. El día nos está acompañando y, aunque hay alguna nube, la vista que disfrutamos de esta espectacular montaña nos hace sentirnos realmente diminutos, es un paisaje que sobrecoge por su belleza y hace que algo dentro de ti no pare de preguntarse qué es lo que estamos haciendo con nuestro planeta.

Laguna Capri
Tras disfrutar del bocadillo en el mirador nos dirigimos a la laguna Capri, que se encuentra a unos 15 minutos de allí, lamentablemente las nubes han descendido rápidamente y ya cubren toda la cima del Fitz Roy, pero aún así nos encontramos en un remanso de paz, disfrutamos un rato más de las vistas y nos disponemos a realizar el camino de vuelta.

Al llegar al pueblo el viento azota con fuerza, así que buscamos una cafetería (no sabría decir si hay más de una) para tomar un chocolate caliente, y con él en la mano y Sabina de fondo pasamos la hora que nos falta hasta que salga en autobús que nos devolverá a Calafate, tras una jornada de trekking realmente inolvidable.

Tras otras 3 horas de trayecto y una buena ducha en el hostel, bajamos hasta el pueblo a cenar unas deliciosas pizzas y nos disponemos a pasar nuestra última noche en El Calafate antes de volver a Tandil. Ya en el albergue, nos volvemos a encontrar con la pareja que conocimos en Ushuaia y mantenemos una genial charla con ellos y viajeros de todo el mundo, así como con el personal del hostel hasta altas horas de la mañana, son momentos realmente enriquecedores y curiosos, una de esas maravillosas cosas que tiene el viajar es la gente que se conoce, sin duda alguna.

America del Sur, un gran Hostel
Con la sonrisa en la boca ya nos vamos a la cama, al día siguiente toca decir adiós a la Patagonia, a esta tierra que en sólo unos días nos ha llenado tanto, a esta tierra que nos ha devuelto tanta humanidad, ahora, toca volver a Tandil…

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