miércoles, 29 de agosto de 2012

Argentina 2009 Ushuaia: el fin del mundo

A media tarde en el aeropuerto de Trelew tomamos rumbo a Ushuaia, en Tierra del Fuego. Ushuaia se ha convertido en un destino turístico en los últimos años en especial debido al apelativo de ser  la ciudad más austral del mundo, y en nuestro caso en particular lo que nos empuja a viajar allí es conocer, aunque sea un poco, uno de los confines del planeta y sus espectaculares paisajes.

Tras soportar el vuelo y, sobre todo, la horrible comida de aerolíneas argentinas, aterrizamos en el aeropuerto de Ushuaia a las 19:30, estamos en la última semana de noviembre y deberían recibirnos temperaturas de 10 – 12 grados, pero nada más salir del aeropuerto la tierra del fuego nos recibe entre copos de nieve y vientos helados, las cosas del fin del mundo…

Tomamos un taxi y nos dirigimos al hostel. tenemos reservada cama en La Posta, un albergue situado en las afueras de Ushuaia al que podíamos haber llegado a pie desde el aeropuerto(aunque por el precio del taxi, merece la pena no cargar con las mochilas). Hemos pagado unos 15 euros la noche en habitación compartida de 6 con desayuno incluido, La Posta resulta un lugar muy acogedor, la calefacción nos arropa tras el primer contacto con el clima de la zona y resulta agradable poder prepararse un mate o conectarse un rato a internet. Dejamos las mochilas en las taquillas de la habitación y tras consultar el tiempo decidimos hacer el día siguiente la navegación por el canal Beagle, que es esencialmente turística, y dejar para dos días después la visita al parque Nacional Tierra de Fuego, ya que parece que el día será más benévolo. Compramos algo para hacer de cena en el hostel y pronto para la cama, que tanto avión y cambio de clima le dejan a uno hecho polvo.

Navegación canal Beagle
Nos levantamos pronto al día siguiente, tomamos el desayuno típico de hostel y nos dirigimos al muelle de Ushuaia, ya que previo a tomar el catamarán que realiza la navegación por el canal Beagle hay que pagar una tasa por embarcar. La mañana es bastante fría y cae algún copo de nieve, por lo que la espera hasta el embarque se hace un poco larga. Hemos contratado la navegación con la empresa Canoero, es una navegación de unas 5 horas que llega hasta la pingüinera y se realiza en un catamarán enorme, dentro tiene cafetería y espacio para unas 100 personas, al entrar te sirven un café y un alfajor que ayudan
a entrar en calor y prepararte para lo que viene.


Isla de los pájaros
Cuando el catamarán parte desde Ushuaia se puede tomar la opción de realizar el viaje dentro del mismo observando la travesía por los cristales o realizar parte o todo el viaje en cubierta. A pesar de ser una navegación eminentemente turística si se quiere disfrutar en todo su esplendor conviene realizar el viaje en el exterior. Con la velocidad de navegación y la temperatura exterior la sensación térmica rondará los 15 grados bajo cero, por lo que vamos con guantes, cortavientos, buff y todo lo que uno se pueda poner para no terminar congelado, pero merece la pena. La navegación discurre a través del canal Beagle, sus aguas son de un color muy oscuro y el paisaje a los lados del canal es de montañas con cimas nevadas.

Faro Les Eclaireurs
El catamarán pasa por la isla de los pájaros, donde se observan albatros, cormoranes y otras aves que tienen en este pequeño islote su asentamiento; por la isla lobos, donde se puede observar una colonia de lobos marinos y, más tarde, se llega al Faro Les Eclaireurs, más conocido como el faro del fin del mundo (aunque realmente no lo es, ya que el faro del fin del mundo es el faro San Juan de Salvamento).

A partir de aquí el viaje se vuelve un poco más monótono ya que no hay parada hasta la pingüinera situada junto a la estancia Harberton, aunque como el día se aclara totalmente podemos disfrutar de las maravillosas vistas a ambos lados del canal, inundados por el olor a salitre y la magia de navegar en el último confín del hemisferio sur.


Estancia Harberton
Junto a la estancia Harberton se encuentra una enorme colonia de pingüinos de Magallanes, mucho más activos que los que vimos días antes en Península Valdés, aunque esta vez los vemos a mayor distancia. En este punto se puede optar por bajar del catamarán y regresar a Ushuaia en bus, pero nosotros optamos por realizar la vuelta desde dentro del catamarán, con un chocolate calentito en la mano y la calefacción, y observando el espectáculo que brindan el grupo de unos 80 jubilados que están en la cafetería cantando y bailando sin hacer el más mínimo caso a la navegación, supongo que es el precio de realizar actividades tan turísticas. La conclusión es que más allá de lo turístico del la excursión, es una actividad que no puedes dejar de hacer si estás en Ushuaia.

De vuelta a la ciudad, tras una mañana de mucho frío, sólo una cosa en la cabeza, comer algo caliente… Encontramos un buffet bien de precio, el Moustaccio, y entramos, hay buena variedad de entrantes y platos preparados y nos vamos sirviendo, pero cuando ya vamos un par de platos, la sorpresa inesperada, el camarero nos trae una parrilla llena de carne, cordero, ternera, cerdo… empezamos a sudar grasa y nuestras arterias gritan de pánico, pero eso evita que devoremos la carne como si no hubiera mañana.

Ushuaia
Tras la gran panzada visitamos la ciudad de Ushuaia, recorremos sus calles, su plaza principal, pasamos junto a la antigua cárcel de Ushuaia, hoy convertida en museo (aunque no llegamos a entrar) pasamos por los mercados de artesanías, charlamos con los artesanos, y aprovechamos para enviar unas postales y tomar un cafecito. Hacemos compras para la cena y los bocadillos del día siguiente en un supermercado del centro y damos el día por finiquitado, el frío y el cansancio nos vencen y, además, el día siguiente nos espera la tierra del fuego, así que cena rápida, un matecito, y a descansar.

Al amanecer nos ponemos en marcha, desayunamos tranquilamente en La Posta y preparamos la mochila y la ropa para un día de senderismo, el día está con nubes y claros y la temperatura algo mejor que los días anteriores.

Parque Nacional Tierra del Fuego
Para llegar al Parque Nacional Tierra del Fuego hay dos opciones, la turística, que es utilizando el tren del fin del mundo y que es mucho más cómoda, o bien ir en transporte contratado y realizar dentro del parque alguna de sus numerosas rutas. Como amantes del trekking ni tan siquiera valoramos tomar el tren y, tras consultar en el hostel y con la chica que nos lleva hasta el parque, decidimos completar la senda costera, que une bahía Ensenada con el sector Lapataia, a lo largo de 8 kilómetros  más 1.2 hasta la guardería del parque que se completan en unas 4 horas.

La ruta se encuentra bien indicada y ya desde bahía Ensenada las vistas son espectaculares, montañas de cimas nevadas reflejadas en las aguas del Beagle, senderos sinuosos (aunque bien indicados, a pesar de lo cual nos perdimos momentáneamente) junto a la costa, el vuelo de los cóndores y las águilas, paisajes de ensueño y mucha, muchísima tranquilidad hacen de esta ruta una de las más transitadas, y sin duda más bellas del parque nacional, merece la pena venir hasta aquí sólo por esto.

Senda Costera
Si se va a realizar esta senda, recomiendo llevar agua, zumos y algunos frutos secos para el camino, además de calzado de trekking impermeable, además, hay que tener cuidado con las paradas, ya que a pesar de que se suda mucho realizando la ruta, si te quitas la chaqueta en algún descanso recuerda que estás sudado y a 6 -8 grados. Una vez en la guardería del parque, hay cafetería en la que tomar algo, y pequeñas rutas para hacer, aunque nosotros nos decidimos por preparar unos sándwiches y volver a la ciudad, ya que a la noche queríamos tomar algo antes de despedirnos de Ushuaia.

Tras recogernos el transporte que nos llevó al parque decidimos comprar carne para hacer una buena parrillada en el hostel, y también algo de vino, y un licor de chocolate blanco, ya que estamos allí, que menos que pillarse la borrachera del fin del mundo!

La borrachera del fin del mundo...
Tras una deliciosa parrillada que nos montamos en el hostel y los primeros tragos, nos dirigimos a un local que nos recomiendan en recepción, en Ushuaia hay dos tipos de locales, a los que van todos los turistas y a los que van los locales. El bar que nos recomiendan es un local en el que sirven cervezas artesanas de la región y que tiene música en vivo, una manera genial de empezar la noche. Allí conocemos a una pareja de Bilbao que comparten hostel y con los que pasamos un muy buen rato. Probadas casi todas las cervezas del lugar nos dirigimos a un irlandés que está hasta la bandera y nos rendimos al embriagador whisky y a las charlas con las gentes del lugar, charlas sobre fútbol, sobre política, sobre el mundo, descubrimos el fernet (terrible para nuestro gusto) de manos de nuestros argentinos compañeros de serenata nocturna y antes de partir a por la penúltima nos despedimos entre abrazos. Endika inteligentemente se marcha al hostel y Mikel y yo la rematamos en una discoteca a ritmo de reggaeton hasta que el cuerpo dice basta y el sol asoma en el fin del mundo tras una noche inolvidable.

Son las 10:30 de la mañana y Endika nos saca de la cama como puede, tenemos el vuelo en una hora y la maleta sin hacer, maldito dolor de cabeza, maldito whisky, maldita resaca… cerramos las maletas como podemos y salimos a la carrera al aeropuerto, llegamos a tiempo aunque destrozados, por muy poco no nos quedamos tirados en el fin del mundo, próximo destino, El Calafate…

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