miércoles, 5 de septiembre de 2012

Argentina 2009 Buenos Aires: nostálgica locura

Cansados, maravillados y sudados nos despedimos de Puerto Iguazú para conocer por fin Buenos Aires, esa megalópolis cargada de prisas y nostalgia a partes iguales que va a cerrar nuestro periplo por tierras argentinas.

Para esta última etapa hemos decidido reservar 4 noches en habitaciones dobles en el República Wellness, un hotel de 4 estrellas situado en plena avenida 9 de julio justo en frente del obelisco. Pagamos unos 35 euros por persona con desayuno buffet incluido y el hotel realmente merece la pena, por situación, por trato, porque tiene spa y porque después de tanto albergue nos merecemos darnos un pequeño lujo, y donde mejor que en la capital.

El obelisco desde el hotel
Para tres personas tan poco urbanitas como nosotros, encontrarnos con la locura que supone una ciudad de 15 millones de habitantes y no morir estresados es todo un reto.

Una vez aseados en el hotel y mentalizados con lo que nos podamos encontrar nos damos un primer paseo por el microcentro. Ciertamente la primera impresión al salir a la 9 de julio y comenzar a caminar es la de que la propia ciudad te engulle, la de que todo el mundo anda con prisas y que el ritmo de los porteños es infernal, pero nada más lejos de la realidad. Una vez que uno se deja llevar por avenida corrientes y se mete de lleno en el circo de puestos callejeros de la calle florida, poco a poco comienza a sentirse parte de esa marabunta que va de un lado a otro sin tener muy claro su destino.

La calle florida es un lugar en el que se puede encontrar casi cualquier cosa que uno quiera comprar como
recuerdo, se venden mates, artículos de cuero, cuadros, bolsos, pulseras, pendientes, juegos de habilidad… todo esto regado por el toque que les dan las decenas de artistas que improvisan sus actuaciones para sacar unos pesos, es, por así decirlo, como las ramblas de Barcelona, pero a lo bestia.

Buenos Aires es arte...
Una vez que superamos el terrible obstáculo que suponen miles de regalitos que llevarse de vuelta para casa, retornamos por avenida corrientes, la arteria cultural de Buenos Aires, inundada de teatros y salas de espectáculos, así como de bares y cafés, la calle en la que pasar un buen rato después de cenar. En nuestro caso el cansancio nos lleva a la pizzeria la rey a cenar (unas pizzas excepcionales pero enormes) y luego al hotel a descansar, demasiado trote el que lleva el cuerpo y es más que suficiente la vista del obelisco desde la terraza para darnos por satisfechos.

Sin madrugar en exceso y tras un opíparo desayuno nos disponemos a dar un corto paseo por la avenida 9 de julio antes de que llegue Vero a compartir nuestros 2 últimos días en Bs As. La 9 de julio un viernes por la mañana no parece tan fiera como cualquier día a partir de las 5 de la tarde, así que invita a pasear por sus aceras y ver el majestuoso obelisco desde otra perspectiva, y a quedarnos con las ganas de ver el teatro Colón, que está de obras.

Plaza de Mayo
Una vez que llega nuestra “guía” y se acomoda en el hotel nos disponemos a recorrer los lugares más emblemáticos de la capital federal. Tras comer algo, nos dirigimos a la Plaza de Mayo, centro neurálgico  de Bs As. La plaza está flanqueada un lado por el cabildo, frente a el la catedral de Bs As (aunque por fuera parece más bien un templo de estilo griego) y en su otro extremo la casa rosada, que es la casa presidencial de Argentina. Alrededor de la pirámide que hay en su centro se sucedieron durante años las movilizaciones de las madres de plaza de mayo. Específicamente, este día es el de la marcha nacional de madres de plaza de mayo y quedamos con marta para vivir aunque sea por un momento uno de esos momentos que a uno le llenan, caminar junto a madres, abuelas, hermanos… exigiendo justicia no es algo que se pueda hacer todos los días.

Casa Rosada
Tras despedirnos de Marta decidimos continuar la visita por Bs As dando un paseo por Puerto Madero. Puerto Madero es la zona más moderna y lujosa de la ciudad, dispone de bellas zonas para pasear e infinidad de locales en los que tomar una copa charlando distendidamente. Uno de los iconos de puerto madero es el puente de la mujer, obra de Calatrava, cosa que no pasará desapercibida para quien lo conozca ya que su estilo es inconfundible.

Así mismo aprovechamos para visitar la fragata sarmiento, en la que se puede entrar por el simbólico precio de un peso y que nos remite a pasajes de la historia marítima de Argentina.

Tras tomar algo tranquilamente nos disponemos a volver a pie hasta el hotel para cambiarnos y dedicarnos a vivir un poco de la noche bonaerense. El plan es cenar en el café Tortoni y después ver una obra de teatro.

Café Tortoni
El café Tortoni es un histórico café situado en la avenida corrientes. Tiene más de 150 años de antigüedad y en él pasaban las tardes grandes personajes como Gardel o Borges. A día de hoy sigue siendo un lugar de encuentro para el debate y la charla profunda, y se puede cenar tranquilamente en el piso de arriba o hacerlo en el piso de abajo con espectáculo de tango.

Tras un suculento bife de chorizo nos dirigimos a ver algo de teatro. Nos decidimos por ver Los monólogos del pene en un pequeño teatro, ciertamente se nos hace difícil entender todo lo que dice el monologuista ya que habla a un ritmo frenético y el acento no nos facilita la labor, pero a pesar de todo pasamos un rato entretenido. Lo peor de todo es que al salir uno se vuelve a encontrar con esa otra realidad, la de los cartoneros arriba y debajo de las calles recogiendo basuras, la de la gente sin nada deambulando por Buenos Aires sin nada que perder ni que ganar. Con esa mezcla agridulce, volvemos al hotel a descansar.

Arranca nuestro último día completo en Bs As y decidimos comenzarlo con calma. Nuevamente un buen desayuno y, después, sesión de spa y masaje relajante, un pequeño lujo que nuestros cuerpos se merecen después de tantos días fuera de casa.

Caminito
Con el cuerpo y la mente totalmente en paz tomamos un taxi (la mejor forma de moverse por Bs As) y nos vamos a Abasto Shopping, un gran centro comercial a comprar algunas cosas que nos habían pedido desde casa y desde allí tomamos otro que nos lleva directamente a la calle Murillo, llena de tiendas en las que comprar artículos de cuero a unos precios que no tienen competencia en Europa, si quieren un consejo, visiten Murillo 666, y lleven efectivo, ya que pagando en mano pueden tener descuentos de hasta un 20% en el precio de las chaquetas.

De allí salimos a Caminito, emblemática calle en el barrio de la Boca. Es posiblemente Caminito la calle más pintoresca y más atestada de turistas de todo Bs As. Sus casas pintadas de llamativos colores la hacen muy curiosa ante los ojos del visitante, y sus numerosos restaurantes y tiendas de recuerdos siempre están llenas de gente. Hay que decir que en esta calle los camareros literalmente te acosan para que comas en sus restaurantes y que lo mejor es decidirse pronto, aunque si soy sincero esta fue la comida más cara de todo nuestro viaje a Argentina y si mereció la pena fue por el encanto del momento, la parrillada de carne, el espectáculo de tango en vivo… pero vamos, que si volviera posiblemente visitaría caminito y luego iría a comer a cualquier otro sitio.

Tango!
Con el estómago lleno y los bolsillos un poco más vacíos (tampoco fue una exageración teniendo en cuenta lo que cuestan los restaurantes en Europa…) tomamos otro taxi (uno más de tantos…) para conocer el barrio de San Telmo, que es un barrio muy agradable en el que los domingos se monta un increíble mercado de cosas realmente curiosas, pero que el resto de los días también tiene mercadillos con mucho encanto. Nada como pasear entre sus calles y disfrutar de una buena Quilmes en una soleada tarde de primavera, es un barrio que engancha. Desde San Telmo decidimos volver andando hasta el hotel y ya de paso dar una vuelta por la calle Florida para terminar de comprar los últimos recuerdos y nos preparamos para la última noche en el lado bonito del charco.

Últimos brindis
Tomamos otro taxi y nos vamos a Palermo, una de las mejores zonas para tomar la temperatura a la noche bonaerense. Palermo está repleto de restaurantes y locales nocturnos, y por sus calles no para de pasar gente. Encontramos un restaurante genial para cenar a la luz de las velas en una terraza y luego vamos a un nuevo local que han abierto. Nos tomamos unos mojitos y, a eso de las 2 y media de la mañana, y ya realizados todos los brindis realizables, nos decidimos a dar por terminada la noche. Ya en la calle, mientras esperamos un taxi, un chico toca la guitarra tratando de conquistar a una chica al son de Ojalá, de Silvio, dando con sus notas rasgadas y su voz rota una pincelada inolvidable al momento.

La última mañana tiene ya poca historia, último desayuno, último vistazo al obelisco, últimos abrazos a Vero y último taxi antes de irse de un país que nos deja una huella imborrable, y antes de irse una ciudad a la que como dice Gardel, prometemos, en no mucho tiempo, volver…
Un viaje inolvidable

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