martes, 4 de septiembre de 2012

Argentina 2009 Iguazú: maravilla natural

Tras decir adiós definitivamente a Tandil, nos preparamos para un destino que prevemos espectacular, aunque sin hacernos una idea real de cuánto puede llegar a serlo, 5 horas de autobús y un par de horas de avión nos separan de Puerto Iguazú, penúltima parada antes de cerrar viaje en la capital federal.

Los viajes en bus y avión se suceden sin grandes novedades, los buses siguen siendo igual de cómodos y la comida de los aviones igual de horrible, y para las 11 de la mañana estamos tomando tierra en el verdísimo aeropuerto de Puerto Iguazú.

Para dirigirnos a nuestro hostel en esta ocasión optamos por un taxi, en el camino nos sorprende el rojo de la tierra y las nubes de mariposas que atravesamos pero, sobre todo, la selva subtropical que, tras tantos días de desértica Patagonia, nos recibe con sus sonidos y colores.

Hostel Inn Iguazu
Hemos reservado habitación privada en el Hostel Inn Iguazú para 2 noches a 18 euros la noche con desayuno incluido. La primera impresión que tenemos al llegar es la de estar alucinando, el hostel Inn se encuentra en las afueras de Puerto Iguazú y parece más un resort que un albergue, al llegar te recibe una enorme piscina, con una caseta de paja en la que sirven caipirinhas y daikiris al son de la música reggae entre palmeras. Una vez realizamos el check inn vemos que la habitación también está muy bien, con baño privado y televisión, además en la entrada tienen punto de información turística para contratar excursiones, billar, ping pong, numerosos ordenadores con conexión a Internet, acabamos de llegar y ya nos da pena no haber reservado un par de noches más. Los puntos negativos, no está en la ciudad de Puerto Iguazú, por lo que hay que acceder a ella en taxi o hacer vida en el hostel, y, por las noches, hay fiesta hasta bastante tarde, por lo que si tienes una habitación en la planta de arriba, olvídate de descansar hasta la 1 o las 2 de la mañana.


Tras pedir unas cervezas consultamos las opciones que tenemos para hacer esa tarde, y nos indican que podemos ir a cataratas al lado brasileño si salimos en el transporte que para en el hostel en media hora, así que cambio de ropa para hacer frente al calorazo y… allá vamos!

El traslado hasta el lado brasileño se hace un poco pesado, si bien no es un viaje largo, la parada en la frontera se demora bastante (la verdad es que ahora es mucho más ágil), aunque las ganas de llegar y el nuevo sello del pasaporte animan el viaje. Una vez llegas a la entrada del Parque Nacional de Iguazú en Brasil, debes abonar la entrada al mismo, como nosotros aún tenemos algunos euros los usamos, pero si no es conveniente haber cambiado un poco de dinero a reales brasileños para la entrada, algo de comida y bebida, etc.

La primera impresión es la
que cuenta
Una vez abonada la entrada (actualmente 33 reales) se accede al parque y se sube a un autobús que te traslada hasta las pasarelas. Para observar las cataratas desde el lado brasileño se dispone de un circuito de 1200 metros con pasarelas a distintos niveles y escaleras, por lo que es de accesibilidad reducida. Ya desde el bus se comienzan a apreciar algunos saltos de agua entre la maleza, lo que no hace sino aumentar el nerviosismo por observar una de las maravillas del mundo natural.

Una vez fuera del autobús nos adentramos en la espesura del bosque subtropical y, en sólo un par de minutos, tenemos ante nosotros una de las vistas más espectaculares que existen en el planeta. Es imposible describir con palabras la grandeza y lo salvaje de este lugar, aún a día de hoy se me ponen los pelos de punta sólo con pensarlo, impresionantes cascadas de agua  entre la selva, el sonido de las cataratas, la bruma, los arco iris que se forman cuando la luz se refleja en las gotas que salpican, un paisaje que enamora.

Continuamos el recorrido cámara en mano intentando captar la belleza del lugar cuando de repente, lo que era un cielo que se estaba poniendo oscuro, descarga un tormenta tropical de la que es difícil resguardarse, en sólo unos minutos llueve como si no hubiera mañana, para después parar y aclararse de nuevo como si nada. Aconsejo llevar bolsas de plástico para las cámaras y otros aparatos eléctricos, mi teléfono móvil murió ahogado en los 2 minutos que tardamos en encontrar un sitio que nos resguardase.

Naturaleza salvaje
Calados pero contentos, continuamos hacia el final de las pasarelas para observar la garganta del diablo en su plenitud. En la parte final del recorrido existen pasarelas que te permiten meterte en el centro mismo del lugar donde rompen las cataratas y sentir todo el poder del agua frente a ti, es difícil sumergirse en el momento sin que a uno se le escape alguna lágrima de emoción, es un lugar en el que el sonido del agua y la belleza escénica realmente te encogen el corazón, una auténtica locura para los sentidos.

Tras comer alguna cosilla y echar un último vistazo nos despedimos de las pasarelas para regresar al hostel, según nos han comentado, el lado brasileño es más salvaje que el argentino, pero el argentino se disfruta mucho más, así que estamos ansiosos por ver que nos depara el siguiente día, con la imagen de las cataratas en la retina, se hace más llevadero el viaje de vuelta, la aduana, etc.

Una vez en el hostel toca bañito en la piscina, cervecita, reservar la visita al lado argentino de las cataratas, parrillada de carne (al no estar en el pueblo suele haber parrillada todas las noches) y, además, espectáculo de tango, vamos, un día de 10.


Paseo en gomones
Amanece despejado y caluroso el día en Puerto Iguazú, y estamos preparados para lo que venga. Para visitar el lado argentino, además del transporte y de la entrada al parque nacional, existen varias opciones que incluyen distintas actividades dentro del mismo. Nosotros optamos (y yo lo aconsejo personalmente) por el pasaporte verde, que es una especie de todo incluido en el que entra paseo a través de la selva hasta el embarcadero en el que se hace viaje en lancha hasta la base de las cataratas y, después de visitar las pasarelas, descenso del río en canoa, todo a un precio de unos 70-75 euros.

Tras recogernos el transporte que nos lleva al Parque Nacional de Iguazú a primera hora de la mañana y pasar por la guardería del parque, nos dirigimos directamente al punto en el que comienza la travesía en camión a través de la selva. Existen varias formas de hacer el recorrido, pero la que más nos atrajo fue el recorrido en vehículo a través de la selva, la navegación en lancha, la realización del paseo inferior y superior, traslado en tren de la selva hasta la garganta del diablo, retorno en canoa realizando el paseo ecológico y vuelta en tren, es un día intenso pero da tiempo a todo.
Las  hermanas

El recorrido a través de la selva se realiza en camiones abiertos por el sendero Yacaratiá hasta el puerto Macuco, en este recorrido un guía va explicando diversas cuestiones relativas a la fauna y flora del lugar y, si hay suerte, se puede observar algunos animales. La verdad es que el sonido de la selva es abrumador, miles de insectos, pájaros, etc. es un lugar que embruja a quien lo visita.


Sobrecogedor
Una vez terminado el paseo se llega al embarcadero de puerto Macuco, donde se monta en gomones (lanchas) y se dan indicaciones de seguridad, es importante traer ropa de recambio (aunque nosotros íbamos en traje de baño) y chanclas, para guardar las cosas se dan unos macutos impermeables y se indica como cerrarlos en el momento de acercarse a las cataratas. Los gomones van avanzando río arriba y se van observando pequeños saltos de agua, hasta que, llegado el momento, nos acercamos a la isla de san martín, frente a la cual se encuentra el imponente salto San Martín, en el que literalmente te introduces con la lancha, la sensación de esa inmensa cantidad de agua cayendo sobre ti vuelve a ser sobrecogedora, una experiencia imposible de describir con palabras.

Tras el baño y con la sonrisa puesta a pesar del chapuzón, se desembarca junto a la isla San Martín para proceder a realizar el recorrido por las pasarelas inferiores y superiores. El paseo es como estar caminando por el más bello de los sueños, caídas de agua interminables que se pierden en el horizonte, arco iris por doquier, montones de mariposas por los caminos, pájaros vistosos, monos, coatíes… el paraíso…


Coatí

Mención aparte merecen los coatíes, estos animales, aparentemente amigables, suelen tener por costumbre intentar robar a los turistas sus alimentos, mochilas, etc, si bien en el parque ya lo repiten una y otra vez, me parece importante recordarlo, NO se debe alimentar a los coatíes, y se debe tener cuidado cuando se acerquen, no dejan de ser animales salvajes y, además de poder perder parte de nuestras pertenencias, los animales enferman debido a la comida basura que los turistas les damos.

Mirador garganta del
diablo
Tras pasear tranquilamente por los paseos superior e inferior comemos algo tranquilamente, dentro del parque hay sitios en los que comprar unos bocadillos, empanadas e incluso algún restaurante, aunque también es buena opción llevarse algo en la mochila. Con el estómago lleno nos dirigimos al tren ecológico de la selva, que tomamos en la estación cataratas y en 15 minutos nos lleva hasta la estación garganta del diablo. Tras una caminata de 2 kilómetros se llega al mirador al más impresionante de los saltos de agua de Iguazú, la Garganta del Diablo. Nuevamente el espectáculo es sobrecogedor, el estruendo del agua que cae al vacío, la densa bruma que te envuelve (acabas empapado si te descuidas un segundo), definitivamente este lugar es la definición de salvaje.

Tras el ponernos a remojo y despedirnos de la garganta del diablo retrocedemos para, junto a la estación tomar una balsa a remo con la que descenderemos durante algo más de 20 minutos por el río observando la fauna y flora (incluso vimos un yacaré). El paseo termina junto a la estación cataratas y ya desde allí tomamos el tren para volver a la entrada del parque, donde compramos algunas artesanías elaboradas por los indígenas guaraníes de la zona y retornamos al hostel.

Ha sido un día increíble y se suman cansancio físico y un torbellino de emociones, así que nada como ir directo a la piscina a tomar un relajante baño acompañado de música reggae y una buena caipirinha. Cenamos en el hostel con la compañía de Carolina, una chica madrileña que está recorriendo Argentina sola y nos preparamos para la última noche en Puetro Iguazú.

Felicidad absoluta

Como no tenemos el vuelo hasta bien entrada la tarde, aprovechamos la mañana para hacer alguna compra y ver la ciudad. Primero nos dirigimos a la duty free shop de Iguazú, que se vende como la mejor tienda libre de impuestos del mundo. Lo más curioso de esta tienda es que es un centro comercial situado entre las fronteras de Argentina y Brasil, así que cuando estás en el, te encuentras, literalmente, en tierra de nadie. Es una buena opción para quien quiera comprar perfumes, alcohol o similares, pero a nosotros no nos aportó nada más allá de saciar nuestra curiosidad.

En cuanto a Puerto Iguazú nos pareció una ciudad tranquila, se puede pasear tranquilamente por ella y tomar una cerveza o comerse un  buen bife de chorizo en cualquiera de sus numerosos restaurantes, además hay que decir que necesitábamos ya tener la opción de elegir lo que comer ya que al final en el hostel no hay opciones.

Tras comer y realizar el check out toca marchar de nuevo al aeropuerto a tomar el avión con destino a Buenos Aires, última parada del camino, sin poder quitarnos la sonrisa de la boca ante las maravillas admiradas.

Consejos: Si visitas Iguazú lleva contigo un repelente de mosquitos, nunca está de más, a nosotros los que nos picaron nos dejaron huella durante meses. Si quieres tranquilidad busca un hostel u hotel en las afueras, pero si quieres tener a mano restaurantes, tiendas, etc. vete al centro (en 2011 volvimos y probamos hostel en el centro, pero eso es otro viaje…). Y el consejo más importante, Iguazú es un lugar único, no te prives, no ahorres 10 euros y te quedes sin bajar en balsa, o dejes de hacer el paseo para ver las cataratas con luna llena si te coincide (debe ser espectacular), disfrútalo a tope, créeme que merecerá la pena.

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