Encontrar un sitio al que escaparse y desconectar inmediatamente de la realidad cotidiana es algo importante para mantener la cordura, para mí, ese lugar en el que respirar un par de días para cargar las pilas, es Burdeos.
Burdeos está a poco más de 3 horas y media de casa en coche y es una ciudad que me enganchó totalmente la primera vez que estuve allí, por lo tanto, lo hace un destino más que apetecible para pasar un fin de semana de desconexión siempre que se presta la ocasión.
Existen numerosas opciones para disfrutar de Burdeos y sus alrededores, visitas a bodegas, museos, la Dune de Pyla y, como no, la propia ciudad de Burdeos, patrimonio de la humanidad. Para un solo fin de semana yo recomiendo disfrutar de la ciudad y la Dune de Pyla, y ya si se tiene algún día más, se pueden visitar viñedos y bodegas si se es un amante del buen vino.
Pues bien, con la idea de salir de la rutina y evadirnos un poco de lo cotidiano planificamos una escapadita a esta ciudad a finales de agosto, aprovechando que el 24 de agosto tengo fiesta y podemos aprovechar un fin de semana de 3 días. En esta fecha hay que tener en cuenta que el tráfico en los pasos fronterizos y en Francia en general es muy intenso, por lo que es probable que nos encontremos con algún atasco.
Ya que los check in en Francia suelen ser bastante tarde (en nuestro caso a las 16:30), no hace falta tampoco pegarse un gran madrugón. La idea es salir sobre las 10 de la mañana para llegar a la 1 a la duna
de Pyla (o de Pilat), comer por allí y después ya ir a Burdeos.
de Pyla (o de Pilat), comer por allí y después ya ir a Burdeos.
El viaje desde Bilbao hasta Irún hay que hacerlo por autopista, se llega a la frontera en hora y cuarto y lo único que hay que recordar es que se debe repostar antes de entrar en Francia, ya que allí el precio de la gasolina es prohibitivo. Desde la frontera se toma dirección Burdeos directamente, son varios tramos de autopista de pago y es una carretera muy monótona que atraviesa las landas, una media hora antes de llegar a Burdeos, se toma el desvío dirección Arcachon para llegar a la duna de Pyla.
Dune de Pyla |
La duna de Pyla es la duna de arena más grande de Europa, es una gran formación de arena con una altura superior a los 100 metros en su cresta principal y que no deja indiferente a quien la visita.
Hay que decir que si bien el acceso a la duna es gratuito, es necesario abonar el precio del parking, que es de 4,5 euros medio día en temporada alta, y en el que es muy importante tomar buena referencia de donde se aparca. Junto al parking existe un punto de información turística y varios puestos de venta de souvenirs, así como restaurantes y bares para quien no tenga ganas de preparar el bocadillo antes de salir de casa.
Desde la entrada se llega en apenas 5 minutos a la base de la gran duna de Pyla, allí se sitúa una escalera para facilitar el acceso a la cresta, aunque si se desea también se puede subir por la arena. Ciertamente la duna de Pyla sorprende por parecer algo totalmente fuera de lugar, una inmensa montaña de arena que se abre paso junto al mar y el denso bosque que ofrece unas increíbles vistas de la bahía de Arcachon.
Con Txiki en Dune de PYla |
Una vez arriba se puede pasear a lo largo de ella y disfrutar de las vistas, aunque hay que decir que suele estar atestada de turistas ya que la duna recibe entre un millón y un millón y medio de visitantes al año, por lo que si se quiere disfrutar de un poco de soledad será necesario alejarse bastante de las escaleras. Para el descenso, a pesar de la impresión que pueda dar, recomiendo pasar de las escaleras, la verdad es que es mucho más divertido y te hundes tanto en la arena que es casi imposible que te caigas.
Tras ver la duna, momento tortilla de patata y de nuevo puesta en marcha. Los 40 minutos que nos separan de Burdeos se convierten en más de dos horas de atasco infinito, por lo que llegamos al hotel sobre las 18:30 de la tarde.
Todas las veces que he ido a Burdeos me he alojado en el mismo hotel, y da la casualidad de que es el único hotel de Burdeos que acepta perros de más de 25 kg de peso, por lo que nos viene genial ya que vamos con nuestro dogo de Burdeos. El hotel en cuestión es el apartotel Victoria Garden. Es un 3 estrellas situado a 5 minutos de la plaza de la Victoria , con parking privado y que nos cuesta 60 euros la noche en habitación doble (parking incluido) sin desayuno. Las habitaciones son simples pero están bien, con televisión, aire acondicionado, baño completo, microondas, nevera, pequeña cocina… vamos, para lo habitual en Francia, muy buena relación calidad-precio. Tras dejar las cosas salimos a dar una vuelta para tomar contacto con la ciudad.
La primera impresión que da Burdeos es la de ser una ciudad muy… “francesa”, las casas conservan la estructura tradicional en toda la ciudad y no suelen superar las 3 alturas. A 5 minutos a pie del hotel nos encontramos con la Plaza de la Victoria , una plaza rodeada de bares y restaurantes con mucha vida y que es nuestro punto de partida para conocer la ciudad.
Place Victoire |
La plaza de la victoria es un lugar que me gusta especialmente, flanqueda por la facultad de farmacia y medicina de la universidad de Burdeos, en ella también se encuentra el obelisco, una enorme columna de mármol rosa, la puerta de Aquitania, un enorme arco del triunfo por el cual pasa el camino de Santiago francés, y la estatua de la tortuga y su cría en la que siempre hay gente fotografiándose.
Desde aquí se toma la rue Saint Catherine, que es la calle comercial peatonal más larga de Europa, una calle genial para quien disfruta haciendo compras. Como es tarde la mayoría de las tiendas están cerrando, pero la verdad es que se puede encontrar ropa a precios muy interesantes, o simplemente pasear por la calle disfrutando de un buen cucurucho de helado.
Grand Theatre |
Más o menos a mitad de la calle, nos encontramos a mano izquierda con la catedral de de Saint André y su torre, la torre Pey Berland, junto a la plaza en la que se encuentra el ayuntamiento (hotel de la ville) y numerosos bares con sus terrazas repletas de gente. Ya que estamos simplemente dando un paseo, continuamos (ya volveremos al día siguiente) por la rue st catherine hasta llegar a la plaza de la comedia, donde se encuentra el gran teatro de Burdeos, declarado monumento histórico de Francia, del siglo XVIII y que aunque se puede visitar todo el año, lamentablemente no tiene funciones durante el mes de agosto.
Como ya está anocheciendo decidimos dar la vuelta, tomarnos algo en una terraza y comprar algo de cena para llevar de entre las innumerables opciones que ofrece Burdeos. Además de los tradicionales bistros o cafés en los que comer, en Burdeos existen numerosísimas opciones de comida internacional y para llevar, así que nos decantamos por comprar dos buenas bandejas de sushi, una de maki y otra de onigiris, con sopa miso y unos rollitos tailandeses, todo por unos 20 euros, que podemos llevarnos para cenar tranquilamente en el hotel.
Una cosa interesante a tener en cuenta en los hoteles franceses es que debido a la ley contra la piratería ni tan siquiera puedes enchufar un dvd o un disco externo a las televisiones, por lo tanto, si quieres ver alguna película deberás llevar un portátil o una tele en el coche.
Tras un reparador descanso y un cafecito en la habitación nos disponemos a patearnos Burdeos de punta a punta. Tras pasar de nuevo por la plaza de la victoria, aprovechamos la primera hora de la mañana para hacer algunas compras, a pesar de que Nadia no es muy de ir comprando ropa, hay que reconocer que los precios invitan a llenar un poco el armario.
Catedral Saint André |
Con alguna bolsa de más y tras comprar algo de repostería para desayunar (el maravilloso mundo de la repostería francesa…) seguimos por la rue st catherine hasta llegar a la plaza de la catedral. Quien quiera, puede subir a la torre Pey Berland tras abonar 5 euros y superar los 231 escalones de su escalera de caracol para disfrutar de las maravillosas vistas que ofrece de la ciudad. Como vamos con la Txiki decidimos no subir, en cambio, la atamos un segundo fuera y procedemos a ver por dentro la catedral, con su enorme órgano, y también aprovechar para observar desde fuera los detalles de su puerta, su rosetón y sus gárgolas. Hay que decir que actualmente están procediendo a hacer un lavado de cara a la catedral para que sus paredes dejen de estar negras, y el resultado está siendo espectacular.
Tras aprovechar para tomar un zumo y una buena copa de Saint Emilion en una de las terrazas cercanas a la catedral, continuamos por la izquierda de la catedral para llegar al museo de bellas artes, y desde aquí seguir recto hasta la plaza Gambetta, donde se encuentra la port Dijeaux, otra de las puertas de entrada monumentales de Burdeos, del siglo XVIII.
Desde aquí bajamos por la cours de l´intendance hasta la plaza de la comedia, para desde aquí ir a la explanada de Quinconces, donde también se encuentra el monumento a los girondinos. La explanada de Quinconces es una de las plazas más grandes de Europa, y está coronada por el monumento a los girondinos en uno de sus lados, con sus espectaculares fuentes, y por dos columnas rostradas en el otro extremo, dando ya la salida al río Garona.
Monumento a los girondinos |
Como Burdeos, a pesar de ser una ciudad muy agradable para pasear, es realmente escasa en zonas verdes, aprovechamos que estamos en la explanada de Quinconces para ir al jardin public, un enorme parque situado a menos de 5 minutos de allí, con su pequeño lago, sus patos, vamos, una agradable zona para que Txiki se esparza un poco, que tanto cemento no es bueno para un perro. Pegado al parque se encuentra también el jardín botánico, de entrada gratuita pero restringido si vas con perros.
Después del paseo, y viendo la hora que es, decidimos volver hacia el hotel y comer algo, aunque como ya es tarde no esperamos ningún restaurante que nos sirva. A pesar de ser las 14:30 pasadas nos dan mesa en la terraza del Café des Arts, que hace esquina entre corus Victor Hugo y rue st catherine, y en el que disfrutamos de un Carpaccio de salmón para compartir y un enrome entrecorte y un magret de pato, muy bien cocinados y a un precio para nada prohibitivo. Tras comer vuelta al hotel y un par de horas largas de relax, que aunque no lo parezca los pies llevan ya bastantes kilómetros.
Magret en Café des Arts |
Ya bien descansados salimos a dar otra vuelta por la tarde y también aprovechar para comprar algo de vino. Volviendo por el mismo camino hasta el cruce de rue st Catherine y Victor Hugo, tomamos Victor Hugo y nos paramos delante de Grosse Cloche, Grosse Cloche significa campana grande y es un impresionante campanario público que utilizaba antiguamente el ayuntamiento de Burdeos, bajo su campana se puede observar un reloj astronómico.
Siguiendo por Victor Hugo llegamos a la puerta de Bourgogne, otro arco del triunfo situado junto al pont du Pierre, enrome puente sobre el río Garona compuesto por 17 arcos, los mismos que letras forman Napoleón Bonaparte. Desde este punto podemos seguir por la orilla del río hasta llegar a la plaza de la bolsa. Es un paseo muy agradable ya que frente a la plaza existe una especie de piscina en la que se puede pasear mojándose los pies, lo que en verano resulta muy refrescante.
Porte Cailhau |
La plaza de la bolsa posee una arquitectura realmente exquisita, y en su centro se puede disfrutar de la fuente de las tres gracias. Desde aquí partimos para admirar la port Cailhau, que es otra de las antiguas puertas de acceso a la ciudad medieval de Burdeos.
Ya desde aquí toca retorno hacia el hotel con parada para comprar vinos y algo para cenar, quesos franceses, algo de foie, algo de embutido… lo suficiente para disfrutar de una muy buena cena sin necesidad de salir del hotel.
Para la última mañana, debido a que tenemos el check out a las 12, aprovechamos para dar aún un último paseo y desayunar fuera. Es muy interesante acudir al barrio de Saint Michel, con su inmensa iglesia y su torre. Es una zona en la que se nota bastante más la inmigración que en el resto de la ciudad y está repleta de negocios y tiendas, aunque lo más interesante es perderse por sus mercadillos, en los que se puede encontrar absolutamente cualquier cosa que se pueda imaginar, desde libros o discos antiguas hasta montones de cosas aparentemente sin ninguna utilidad.
Con este paseo volvemos al hotel y damos por finiquitado un fin de semana excelente en una ciudad en la ciertamente da gusto callejear y perderse, o parar a tomar un vino o una cerveza en cualquiera de sus terrazas. Nosotros no acudimos a ninguno de sus museos ni a bodegas pero realmente hay muy buena oferta. Por ponerle un pero, la falta de zonas verdes hace que ir con perro se vuelva muy cansado para el pobre animal. Aún así, sin duda es una de mis ciudades europeas preferidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario